miércoles, 16 de enero de 2013

Muerte del Cid, nacimiento del mito



El Cid, pintura de H.D.Johnson
Es curiosa la muerte, cómo transforma las cosas. El fallecimiento de una personalidad popular y con grandes logros supone su inmediato ensalzamiento, se olvidan o arrinconan sus defectos y se abrillantan las virtudes.
La oscura Edad Media contribuyó a la creación del mito. Don Rodrigo Díaz contenía una vida con la materia prima necesaria para llegar a ser un héroe, tanto entre el vulgo como entre la aristocracia. En primer lugar lo moldearon los juglares, los chismorreos o los que contaban cuentos al calor del fuego. Al poco tiempo participaron los nobles y los clérigos.

Los juglares lo acogen con gran placer y el que no contaba sus hazañas es requerido por la audiencia a hacerlo. Para ello fueron muy considerados con algunos hechos de la vida del Cid que podían provocar rechazo o desaprobación. De esta manera el héroe fue construido a gusto del espectador que pagaba por oír historias que abrigaran sus fantasías. Pero todo esto no fue más que una semilla que cayó en el momento y lugar adecuado. A las gentes les entusiasmaba el héroe, soñaron con él y le dieron la mayor parte de su espíritu.
Poco después llegó la aristocracia y el clero, usaron la chispa que se había generado para provocar las llamas de un discurso que les fuera propicio en política o religión. Los nobles y reyes castellanos usan la figura de Rodrigo Díaz en beneficio de su linaje y estirpe favoreciendo el encumbramiento de la leyenda. El clero le dio la mística y la religiosidad a la figura del Cid para usarlo como instrumento divulgador de la fe cristiana y de fuente económica.
π        Muerte legendaria del Cid.
La leyenda, o al menos alguna de ellas, dice que la muerte de el Cid se produce defendiendo Valencia. Su fallecimiento se oculta a su mesnada, al día siguiente lo montan a lomos de Babieca y dirige a sus hombres a la victoria, ganando la batalla contra el invasor después de muerto. Tal y como refleja el popular film “El Cid”. ¿Pero cómo se crea este mito?
La historia nos dice que don Rodrigo Díaz muere en el año 1099, en Valencia, a la edad aproximada de 50 años, lo que en aquella época era ser un anciano. Es enterrado en la catedral de Valencia que había sido restaurada por él unos años antes. Doña Jimena ostenta el poder tras su muerte en los dominios de levante logrados por su marido. Esto dura poco tiempo porque en 1102, los almorávides asedian Valencia y obligan a Jimena a abandonarla a sus enemigos, a pesar de la ayuda del rey Alfonso VI.
Monasterio de San Pedro de Cardeña
Embalsaman los restos de Rodrigo para que no se les corrompan en el viaje. Dejan Valencia y lo llevan al monasterio de San Pedro de Cardeña en Burgos. El cadáver del Cid es expuesto sentado en una silla de marfil durante diez años hasta que se le cae la punta de la nariz y es enterrado. También el cuerpo de doña Jimena es enterrado en el monasterio junto al de su esposo tras su muerte.
Los monjes de Cardeña deciden sacar provecho de la figura del Cid para lo que redactan una nueva versión de la historia del héroe castellano, “La Leyenda de Cardeña”, en la que recogen las leyendas cidianas de los juglares añadiendo santidad, beatitud y religiosidad cristiana al Cid, al tiempo que lo asocian al monasterio de Cardeña. En esta leyenda es donde aparece el Cid difunto y embalsamado que obtiene la victoria muerto sobre los almorávides, equiparable a un santo defensor de la cristiandad, luchando por su rey y por su fe.
Además en “La Leyenda de Cardeña”, el Cid prepara en vida su embalsamación y plasma en su testamento ser enterrado en el monasterio de San Pedro de Cardeña donde desea tener eterno reposo. También en dicho testamento tuvo que determinar ciertas donaciones a favor de los monjes por tales privilegios. Sigue relatando que las exequias celebradas en el monasterio al Cid fueron el motivo de la toma de Valencia puesto que todos querían acudir a honrar al héroe y dejaron la ciudad desierta, de forma que los moros pudieron tomarla sin resistencia. Es más, doña Jimena se desentiende de las innumerables riquezas que poseía su esposo recluyéndose en el monasterio para orar y velar por el alma del héroe hasta el día en que llega su hora.
π        Linaje cidiano.
Tal y como ocurrió con “La Leyenda de Cardeña”, otros manuscritos eran respaldados y patrocinados por nobles, reyes y clérigos usando la figura cidiana en beneficio propio. De esto no escaparía ni el “Cantar de Mío Cid”, primera obra narrativa extensa de la literatura española y único cantar épico conservado casi al completo, tras el que se adivinan los intereses del rey Alfonso VIII y los conocidos monjes de Cardeña. De hecho los versos finales del Cantar dicen, “¡Oy los reyes d´Espanna sos parientes son, / a todos alcança onrra por el que en buena ora nasçió!”, proclamando así el parentesco del rey de Castilla con el Cid lo que suponía símbolo de virilidad y legitimidad. Lo cual era cierto ya que antes de su muerte casó a sus hijas Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona y María con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Siendo García Ramírez el Restaurador, rey de Pamplona, y Alfonso VIII de Castilla, nieto y tataranieto del Cid Campeador.
Sello con las tumbas del Cid y doña Jimena en Cardeña
No sólo Alfonso VIII proclamaron su descendencia del héroe sino que muchos otros monarcas respaldaron la figura del héroe y su culto. El primer monarca que se sepa que visitó la tumba del Cid en el monasterio de San Pedro de Cardeña fue Alfonso X “El Sabio” en 1272, que incluso compuso unos versos comparando al Cid con el rey Arturo y Carlomagno al ver que la losa no tenía epitafio.

También Isabel la Católica visitó la tumba del Campeador apoyando su culto de manera pública. La figura del Cid era equiparable a la de un santo, incluso siglos más tarde Felipe II solicitó su canonización. No es difícil imaginar la peregrinación hacia el monasterio para ver la tumba del héroe atraídos por las hazañas y por los cultos que hábilmente celebraban en San Pedro de Cardeña. (Hablaremos de la “santidad” del Cid en la próxima entrada)
π        Periplo de los restos del Cid de Cardeña a la Catedral de Burgos.
En el s. XVIII los monjes construyeron una Capilla de los Reyes y Condes donde ocupaban una posición central las tumbas del Cid y doña Jimena rodeadas de nichos para sus descendientes, incluyendo hasta parientes ficticios (estaban vacías). Tampoco se olvidaron de Babieca que en teoría descansaba cerca de la entrada al monasterio plantando unos olmos sobre sus restos.
Durante la invasión napoleónica, los franceses llegaron a Cardeña y abrieron las tumbas. La conclusión de las autopsias de los restos de don Rodrigo Díaz y doña Jimena fueron que el primero era un hombre alto y fornido, y la segunda no era un mujer sino los restos de un varón joven, posiblemente un novicio. Los huesos del Cid fueron llevados al ayuntamiento de Burgos, excepto el codo derecho que fue expoliado y llevado a Alemania. El rey Alfonso XII lo reclamó y fue devuelto uniéndose a los restos en Burgos.
Ya a comienzos del siglo XX, don Ramón Menéndez Pidal supervisó el nuevo entierro de los restos del Cid y doña Jimena en el suelo del crucero de la Catedral de Burgos. Por fin el Cid descansaba en un lugar grandioso propio de un rey o de un santo, pero sobre todo más digno para un héroe.

Lápida del Cid en la Catedral de Burgos
Referencias:
  • “Los Monjes de San Pedro de Cardeña y el Mito del Cid” de F. Javier Peña Pérez.
  • www.wikipedia.org
  • www.caminodelcid.org
  • “La imagen del Cid en la historia, la literatura y la leyenda” Conferencia de Ian Michael. Biblioteca Nacional, 17 de mayo de 2007.
  • "El poema de Mío Cid: El Patriarca Rodrigo Díaz de Vivar trasmite sus Genes” de Jack Weiner.

  • “El Cid” de Richard Fletcher.

  • “La Posible Santidad del Cid” de José María Gárate.

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